domingo, 8 de febrero de 2015

De mi experiencia cotidiana

Está la comodidad de amar en la distancia.


Conozco el amor en un impulso inconciente,
en un acto compulsivo de mi búsqueda constante.
Me late el corazón, se me acelera el pulso,
me explota la emoción,
me enamoro,
me dejo enamorar.

Vivo, experimento,
subo hasta la cima de sentir hasta el extremo,
y siento.
Siento.
Amo.
Abrazo la felicidad plena.
Comprendo la fusión entre mi libertad interior
y la infinidad del Universo.
Me dejo consumir
entera,
hasta terminar
completamente quieta,
y descanso.
Comienzo a amar en la distancia,
es fácil,
bello,
almientarse del recuerdo,
mientras el alma renueva la vida,
la energía
para empezar de nuevo.

Empezar de nuevo.

Pero,
¿cómo hacer para no temer
a aquello tan intenso,
aquellas sensaciones tan violentas
- violentamente bellas -,
a quienes tuve que cederles el control
para que me guíen
hacia aquellas experiencias?

Es difícil animarme,
volver a soltarme
sin sentirme nuevamente vulnerable,
sin temer salir herida,
sin sentir el miedo inexplicable,
indescriptible, incomprensible,
que intenta a través del inconciente
convencerme de que me quede quieta,
amando en el recuerdo.

Pero
si veo que
usando la razón,
(mi arma de guerra)
no logro dominar ese temor,
aplico su estrategia.
APAGO la razón,
apelo al inconciente,
lo dejo que me empuje
sin sentido alguno
a enfrentar el miedo,
a ganarle una vez más,
como siempre,
a alcanzar la cumbre,
a tocar el cielo,
a volver a amar
en el punto pleno.


Nunca quisiera alejarme de los caminos hacia las cumbres.