domingo, 22 de octubre de 2006

Azul (Pero)

Estaban todos los faroles de las calles rotos, las paredes sucias y despintadas, las ventanas llenas de polvo y el resto de los viejos árboles estaban grises del tiempo despedazado hasta lo más mínimo en los años.
Pero nada importaba, todo estaba en el sueño y podía deformarse en cualquier momento. Ser ahora una galería pública en el centro de la ciudad, con gente cargando bolsas y relojes, tapando cualquier recuerdo de la vieja ciudad, enterrando el polvo y las piedras con el mosaico brilloso y los zapatos nuevos.
Pero estaba caminando por la tierra gris, y los ecos de silencio tenían más sentido que cualquier música. No había ningún rostro en las ventanas aunque sabía que deambulaba entre fantasmas. Podía sentirlos en el frío de las esquinas como si gritaran, como si mi presencia los perturbara.
Pero tal vez no estaban, quizás mi imaginación y mi sueño era soledad, era una ciudad vacía y obsoleta, sin bosques ni gente, ni historia ni nada. Una carencia de sentido, y yo, caminando, parado al fin, sin nada que hacer ni encontrar en el medio de mi mente, de mi sueño, de la ciudad.
Pero otra vez cambiaba y sentía que no era yo, que mi cuerpo no era el mismo. Me tornaba azul y eso se extendía a mi alrededor. No eran mis ojos, porque también olía azul y sentía ese color en los pies, en el cuerpo, en la calle y en los techos, azul perdiéndose con el gris de las cenizas.
Pero el hilo no seguía. Había vuelto el viejo escenario de fantasmas, y el silencio y la poca luz helaban los huesos. El aire denso se movía lento y me enviciaba los ojos. Aparecían formas difusas, gente y cosas, formas inconclusas. Cuerpos transparentes andaban a mi alrededor, me aplastaban, me empujaban, no paraban de moverse, lento, como pesados.
Pero yo me abría paso entre los muertos, mirando con mis ojos como si fuesen nuevos, como si no necesitara del aire, como si el peso de la muerte estuviese en otra atmósfera. Vagaba yo, las sombras miraban a través de mí, había miles de historias ahí y algo que yo no percibía, ciego de alguna dimensión fuera de lo vivo, etéreo.
Pero en una esquina estabas vos. Veía tu cuerpo semitransparente pero vivo, mirando, con los ojos perdidos. Te hallabas quieta, rompiendo el movimiento de las sombras obtusas. No me mirabas, no sonreías. Quise llamarte pero no tenía voz, no había forma de quebrar el silencio sepulcral, mi respiración comenzaba a agitarse... entre tanta soledad te necesitaba cerca. Había que falsear de algún modo las distancias, los espacios, los silencios que me alejaban cada vez más de vos, tenía que encontrar la forma, tenía que encontrarte...
Pero intentaba moverme y las manos en el aire me inmovilizaban totalmente, las veía, presionando mi piel, mis brazos, mi cuello, yo intentaba soltarme, era inquietante, era imposible, tanta presión, gritaba y no se escuchaba, te llamaba, forcejeando, no podía persuadirte, era horrible, te alejabas, y yo, no ...
Pero algo pasó de repente. Un pequeño viento fresco se abrió por entre las densas sombras. Me rozó la espalda. Lentamente me fue liberando de mi sujeción. De a poco dejé de sentir las sombras, el peso. Podía disfrutar un aire fresco abrazándome. Las formas densas seguían ahí, retorciéndose, horrendas. Pero ya no las sentía cerca. El viento me fue llevando hacia vos, que te habías quedado quieta, de espaldas, tan bella como siempre, tan silenciosa. Te encontré en mi sueño soñando lo mismo, te abracé, besé la piel de tus hombros, me hundí en tus ojos gigantes que no dejaban de mirarme, te soñé, te soñé... y vos, increíblemente me soñaste, igual, lo mismo nos soñamos...
Pero te despertaste, te borraste de ahí, y me desperté abruptamente, y ya no estabas a mi lado.