domingo, 11 de marzo de 2007

Marrón (rojo+verde)

Aspiraba todas esas astillas de vidrio que flotaban en el aire, y se reía, se reía de no entender porqué sangraba, su rostro se pintaba hasta envolverla en la locura de yacer en el suelo con la vista nublada y ahogándose con su propia sangre.

Siempre pensaba en lo mismo, otra vez las sirenas retumbando en su cabeza, otra vez el mismo juego de alcanzar esa pluma marrón danzando en el cielo de un campo que nunca vio más que semi-inconsciente, otra vez casi al borde de la muerte excepto por esa mano que otra vez llega y captura sus dedos diciendo “mi pequeña no te mueras esta vez”, y todo pasa pero la misma mano se lleva al cuerpo más amado aunque no importe el amor en este caso porque igual nos vemos otra vez, y se pierde entre la gente, y yo de vuelta a mi lugar donde horas antes me alejaba de esta vida.

Y las palabras corriendo en mi cabeza dando pasos estruendosos llevándome a cerrar los ojos buscando apagarlos, y zas!, la oscuridad de no ver y la imaginación devolviéndome esos rostros infinitos que atormentan mi presente, ojos grandes negros inocentes penetrando el anima sin causa. No los he vuelto a ver pero no dejan de verme así, fijo, profundo...

Del otro lado de la puerta el psicólogo esperando encontrarse con mi libreto para saber qué significa algo que no se yo por qué lo digo, si es un constante vómito de palabras que no entiendo de dónde brotan, y a dónde van...

Se va la misma cara que entró y emitió un saludo casi sin mover la boca, yo repito el proceso pero al revés, y la puerta se cierra entonces y yo vuelvo a mi lugar, en la ventana, nariz contra el vidrio para ver como el aliento se dibuja.

El reloj marcando las 7 todo el día, para esperar siempre la misma hora que es y llorar las horas que no llegan, “te fuiste a las siete” dijo mi otro yo, y no entendí a quién le hablaba, debí soñar despierta alguna historia leída alguna vez...

Se repiten los días, otra vez vuelve la mano y la cabeza que vino junto con ella me dice que no puedo seguir sin comer, que parezco un fantasma. Aunque le sonrío ya se le notan los ojos tristes de no esperar nada, pero no tengo más que una cajita musical rota en mi mano para ofrecerle.

Una cajita de música, me hace temblar las manos levemente, no alcanza él a notarlo, yo la miro una vez más y ese cofre de memoria me secuestra de la realidad, yo no me doy cuenta y otra vez estoy flotando en una melodía sin saber a dónde estoy, pero esta ocasión es más efímera porque esa mano me sacude y en mis oídos surge un “¿me escuchás? ¿me escuchás? ¿Qué pensás?”.

Levanto levemente la mirada para indicar “estoy acá”, y “perdoname” con una mueca capaz de pasar por sonrisa a la mirada desatenta de cualquiera, pero él... Él sabe, sabe aún sin quererlo. Yo se que ya no llora y que su mente no intenta ya entenderlo, pero sabe... Sabe de mí, sabe del dolor y sabe qué hacer. No me dice nada, toma la cajita entre sus manos y libera la melodía en el instante, sonríe y se sorprende, reconoce a Schumann en ese sonido metálico interpretando “O Maggio, bell Maggio”...

domingo, 4 de marzo de 2007

Good-bye, blue sky

Did you ever wonder why we had to run for shelter with the promise of a brave new world unfurled beneath a clear blue sky?