jueves, 16 de agosto de 2012

Palabra

Sabía que no podía esperar más. Ese era el momento preciso. Lo sentía claramente aunque no pudiera comprender las razones. El día tan ansiado al fin había llegado y ella todavía no estaba segura qué iba a decir. El sol, el domingo, la familia entera al rededor, la casa parecía haberse preparado para ella. Los ojos de sus padres la enfocaban como a la protagonista de una película en primer plano. Estaba muy emocionada, y a su vez, muy nerviosa. se sumía en sus pensamientos tan profundamente que por momentos se babeaba. Recordaba cada consejo recibido, algunos medio tontos, algunos más directos. Su madre que insistía e insistía, siempre con lo mismo, siempre con la misma palabra, como si fuese la única en su vocabulario. Mamá. Ella recordaba todo, las miles de ideas que su hermano le contaba a diario, las que cuidadosamente escuchaba cuando la gente a su alrededor, ocupada en sus asuntos, no notaba su atención. Intentaba decidirse, y a cada intento, dudaba más y más, de repente no podía elegir, todo le parecía igualmente importante, igualmente priorizable. Sentía que los segundos pasaban y sus padres no dejaban de mirarla, pero la emoción y la alegría comenzaban lentamente a borrarse de sus caras. Ella necesitaba hablar ya, tenía que decirlo, habían pasado tantas cosas en estos 11 meses de vida que estaba segura de que era el momento de contarlo, pero ¿cómo? ¿Qué diría? estaban todos espectantes y ella sentía que era su oportunidad, al fin, de ser importante. Iba a decir su primera palabra, y con ella vendría el principio de todo. Sabía que no era poca cosa. Y las ideas se apilaban en su pequeña cabecita, miles de palabras queriendo salir, chocando con los monosílabos de sus familiares intentando entrar. La presión y los nervios le jugaban en contra. Se reía, se movía torpemente, intentaba hacer tiempo hasta sentirse segura y decidida a decirlo. Los padres cada vez más cerca, las miradas de los tíos que se asomaban a ver lo que pasaba, el reloj de pared retumbando segundo a segundo en sus frágiles oídos, la suma de todo venció la vacilación, y habló.
Pobre niña, no pudo decir nada coherente, balbuceos y palabras mezcladas se le escaparon de la boca y sintió que una vez más fracasaba al deseo de sus padres.

domingo, 12 de agosto de 2012

Los goces de este mundo

Aterradora idea de Juana, acerca del texto Per Speculum in Aenigmate. Los goces de este mundo serían los tormentos del infierno, vistos al revés, en un espejo.

Léon Bloy: Le Vieux de la Montagne (1909).