viernes, 30 de septiembre de 2016

Cárcel

Salí a caminar a la hora en la que el Sol se aleja,
fui hacia el lado de la cárcel de mujeres.
Todavía estás.
Miro las ventanas, todas iguales, feas.
Un pájaro está parado en una,
de repente vuela
hacia adentro,
luego sale,
y se va.
Y pienso
"siempre todo muy simbólico".

En mis auriculares suena Deftones
como para
remarcar
que la vida es intensa.

Se que del otro lado de alguna de esas ventanas
estás
todavía.
Me imagino
pasar mi brazo entre los barrotes
y agarrar
fuerte
tu mano
como si fuera posible transferirte mi libertad.
O aún más,
como si tocarte
acortara las distancias del corazón.

Sé que no buscaste la puerta
todavía,
que en tu mente
no te importa la salida,
que ya encontraste un rincón cómodo y 
(mucho más)
aislado de tu entorno
donde quedarte
y alimentar
la pseudo libertad
que crees que te dan
tus pensamientos.

Es hora de volver,
pienso
del otro lado de ese muro ya no hay nada.
Una persona
seca, tal vez,
muerta de hambre,
deshidratada,
mirando la ventana,
lamentando
no ser ave.

Entonces me voy,
me gusta seguir al Sol
hasta perderlo,
y esperarlo nuevamente en la mañana.
Sentir la luz sobre mis ojos y saber
que él me alcanza a mí
para avisarme
que todo lo que toca,
que todo lo que veo
es libre.