jueves, 22 de enero de 2015

Arte

El idioma
tiene miles de idiomas sumergidos.
Me acuerdo de estar parada frente a un cuadro
que para mí eran manchones aleatorios de témpera de algún niño.
Ahora me siento así,
mirando hojas blancas salpicadas de palabras
que no entiendo.
Floto en el río del ritmo, me lleva la corriente
pero no lo estoy disfrutando.
Alguna vez lo supe,
creo haber hablado ese lenguaje,
cantado en siete cuartos,
creo haber entendido las películas
o quizás era que las películas me entendían a mí.

Pero basta,
basta, ahora no.
A mí hablame en castellano.

El idioma
está queriendo transgredir constantemente,
tal vez lo inventamos para eso.
Por eso
te observamos deformar la realidad,
estamparla dando golpes contra un lienzo,
te vemos gesticulando el grito mudo del alma incomprendida,
te leemos
describiendo el olor de los pasadizos mentales,
mientras moldeas con arcilla las tres dimensiones de la libertad.
Estamos todos atendiendo a la película,
creo que algunos la disfrutan,
no sabría decirte si la entienden.
Yo estoy acá,
esperando a que termine
para poder ir a comerme un sándwich.

Basta. A mí hablame en castellano.