jueves, 9 de junio de 2011

Títere

En silencio te miraba cuando de un golpe
le sacaste las sábanas a lo que yo llamaba
fantasmas,
dejando al descubierto el frío metal de los percheros inmóviles e inofensivos de la habitación.
Me alegré de poder dormir un poco más tranquila,
sabiendo ahora que el fantasma no era más que un pedazo de tela.
Aunque las voces seguían ahí.
A la mañana siguiente me dijiste
"hablás dormida, será que soñás mucho",
y me quedé pensando que
entonces esas voces nocturnas
a las que tanto temía
eran producto de mi imaginación.
Desayunamos juntos y te invité al campo donde siempre me sentí tranquila,
y sin previo aviso tumbaste los árboles y desarmaste toda la escenografía,
mostrándome el cartón pintado que la sostenía.
Lloré un poco,
la desilusión es harto cruda y dolorosa.
Entonces te grité
"¡Estoy atrapada! Esta habitación me tiene prisionera."
y te reíste,
agarraste una silla y te subiste,
empujaste el techo,
me mostraste el cielo y me dijiste
"¿Por qué no volás? ¿Para qué tenés las alas?"

Y volamos.

Volvimos cansados a mi cama y al llegar agarraste las sábanas sucias diciendo
"así no podés dormir",
y pusiste sábanas nuevas y blancas.
Y nos acostamos.
Me sacaste la ropa y la máscara
y me dijiste
"así sos más linda",
y sonreí.
Estiré mi mano y te agarré
(al fin),
y al tirar de tu ropa
me encontré
frente a frente
con mi otra mano desnuda
y vos vacío,
inmóvil en el piso,
inútil sin mi mano moviéndote
para hacerte hacer,
a vos,
títere mío,
lo que yo no me animaba.