lunes, 26 de noviembre de 2007

Las Cárceles Inventadas


Caminando

Fue un instante extraño en el que me pareció normal cambiar de rumbo, en un instante de esos en los que la seguridad se para mucho más arriba que la interpretación, y entonces cualquier cosa se vuelve un acto totalmente realizable y poco enjuiciable. Era un momento como esos en el que sentís que el viento, el mismo viento de las cuadras anteriores, es una refrescante brisa hecha para dar el salto. Momentos en los que se te asoma una sonrisa a penas esbozable, de esas que insinúan pero no delatan nada porque realmente no estás seguro de que haya algo que esconder, aunque así te sentís. Una mezcla de feliz con relajado, de fresco con 'recién despierto'... Cambié el rumbo en ese instante mismo en el que me sentía la más importante de la escena, y no por tener la atención de todos sino porque nadie me estaba mirando, porque todo al rededor seguía su curso y cualquier movimiento que yo hiciera sería tal y como yo lo esperaba y nadie podría alterarlo, ni alterarme por ello. El momento mismo en el que sentía el control, el timón mismo de mi vida.

Giré a la izquierda en vez de seguir derecho y aflojé el paso, y fue en el instante subsiguiente en el que vi que el cielo de esa calle estaba negro, casi negro y también gris, amorfo, desteñido, no se parecía a ningún cielo de tormenta ocasional, porque parecía pintado, robado de alguna pintura de Piranesi. Pero yo iba caminando desconcentrada, sumergida en una nube de pensamientos difusos, inconexos, que no me dejaban salir de la mente, pensamientos que se apropiaban de casi toda mi cabeza menos de la lucidez, pensamientos de ésos que te atrapan por minutos, horas o instantes (cómo saberlo) pero cuando quieres pensar en qué estás pensando (casi recursivo), se escapan, se borran, se deshacen irreversiblemente.

Caminaba casi instintivamente, y no noté que en la vereda impar de esa cuadra se estaba incendiando un edificio antiguo, mucha gente gritando y corriendo, bomberos, todo un despliegue que casi se entremezclaba con un choque de autos en la esquina siguiente, donde los cuerpos de las víctimas saltaban a la vista de quien pasara incluso no tan cerca. Yo seguí mi paso mirando al piso con las manos en los bolsillos y escuché el ruido de una explosión de una fábrica cerca mío, miro al costado y veo los pedazos todavía en el cielo y una nube negra fusionándose con todo mi alrededor.

Unas cuadras más adelante me encontré con unos soldados a punto de fusilar a unos que, según escuché, eran enemigos del sistema o del gobierno. Me detuve a mirar, y cuando estuvo hecho, seguí adelante... para ver también cómo un grupo de ecologistas enardecidos liberaban a los animales de un zoológico que se alteraban por los gritos de la gente que corría por los animales alterados (que se alteraban con los gritos de...). Entonces ahí me apresuré un poco, y fui sintiendo un calor muy intenso que parecía venir de la lava que llegaba desde atrás de unas casas donde se podía ver un volcán en actividad, pero por suerte no llegaba hasta mi calle en la que andaba. Vi también estrellarse un avión contra una torre inmensa, aprecié la fuerza devastadora de un huracán atravesando la ciudad, y pude comprobar también que con la colilla de mi cigarrillo fue posible provocar un incendio forestal, mientras en la vereda de enfrente una señora muy gorda le tiraba piedras a unos niños que parecían molestarla con su presencia...

El camino me parecía más largo que el habitual, pero no me sentía cansada. Seguí caminando y más adelante vi cómo sacaban el cuerpo ahogado de un niño en la pileta municipal de la ciudad y en el tumulto y la conmoción de las personas vi también cómo unos hombres aprovechaban para llevarse unas carteras de unas señoras que estaban asustadas-sorprendidas-atormentadas. Detrás mío aparecieron unas máquinas que en un segundo demolieron un centro comercial, y todo se llenó de polvillo y casi no veía mi camino pero empecé a sentir agua en mis pies y vi que a unos metros se desmoronaba una represa. Entonces corrí, y cuando estuve cansada me detuve a tomar un poco de aire, justo al lado de una familia que se moría de hambre, los niños casi sin ropa y los huesos que parecían querer salirse de la piel... Busqué algo en mis bolsillos para ayudarlos pero me di cuenta que en mis bolsillos no entraban tantas vidas nuevas para darles. Entonces vi que más adelante había un parque de diversiones y me acerqué en busca de gente más feliz, pero el parque parecía en ruinas y los carritos de la montaña rusa se descarrilaban, y la rueda gigante se desenganchó y se desplomó al costado, sin importar si había gente abajo.

Entonces corrí asustada, y llegué a la esquina de mi casa, y haciendo caso omiso al grito de ayuda de una mujer que había caído a un pozo doblé en la esquina, y llegué a mi puerta. Tomé las llaves que afortunadamente estaban todavía en mi bolsillo, y entré. Por suerte respiré aliviada al ver que en mi casa estaba todo igual, todo ordenado, todo en su lugar. Todo, excepto yo...